martes, 29 de noviembre de 2011

Museo casa estudio Rivera-Kahlo


Museo casa estudio Rivera-Kahlo
Teresa del Conde
L
a fotografía que anuncia la exposición de Lola Álvarez Bravo en el Museo Casa Estudio Diego Rivera-Frida Kahlo, cuya sede son las construidas por Juan O’Gorman (Altavista, esquina con Diego Rivera, antes Palmas), en 1931, se identifica como retrato de Mariana Yampolsky. La pieza vintage se exhibe y está entre sus tomas más interesantes en materia de retrato a lo largo de su trayectoria. Data de mediados de los años 40.
La modelo, quienquiera que sea, sostiene una lupa y, debido a que la luz está pegando en círculo, esa parte del rostro queda amplificado, incluyendo el único ojo visible, de modo que el efecto es ambiguo y a la vez muy sui generis. Hay énfasis en las manos que sostienen la lupa. Son precisamente éstas las que me hacen dudar de que la modelo corresponda a Mariana Yampolsky, pero eso no es comprobable, lo que queda claro es que aquí, y en otras de las tomas que se exhiben, Lola procura apartarse del influjo que sobre ella ejerció don Manuel, su maestro y su cónyuge entre 1925 y 1934.
La selección proviene del archivo González Rendón, mismo que a su vez preservó por un tiempo una amiga de Lola, dos de cuyos retratos también se exhiben. Me refiero a Clementina Rivera, guapa mujer depositaria inicial del archivo al que me refiero. Es una selección que a mi juicio requiere todavía de mayor investigación y lo digo porque me parece que Salvador Toscano no fue retratado el mismo día en el que el eminente arqueólogo e historiador del arte murió en un accidente aéreo mientras se trasladaba de Oaxaca a la ciudad de México, pues eso ocurrió en 1949, no en 1946.
En el envés de las impresiones, Lola no siempre anotaba las fechas de sus tomas, costumbre que también practicó don Manuel.
Hizo retratos excelentes de varios de los principales personajes de la elite artística e intelectual mexicana y en la actual exposición se exhibe uno del Dr. Atl, sin fecha, aunque puede deducirse que es posterior a 1960 y anterior a 1964, año en que murió. Aquí el pintor, vulcanólogo y cuentista luce como patriarca bíblico de luenga barba. No hace contacto de ojo con la cámara, sino que mira más allá cual correspondía a su idiosincrasia de personaje que miraba hacia las alturas.
Junto a esa toma se encuentra el ya mencionado retrato de Salvador Toscano, joven y muy bien parecido, con fondo vegetal. Son pocas las ocasiones en las que Lola exigía de sus modelos que posaran la vista en la cámara, cosa que puede comprobarse en el libro de 1982 publicado por el Fondo de Cultura Económica, en la colección Tezontle.
Otro personaje que concurre en esta muestra es Rufino Tamayo, a quien Lola retrató varias veces. En este retrato, el maestro, con pelo aún muy oscuro, paree tener unos 40 y pico de años y ya estaba casado con Olga, pues junto a su efigie se exhibe el retrato, visto casi de perfil, de su mujer, que luce muy favorecida debido al ángulo elegido, pero desafortunadamente a esa toma le faltó exposición.
Además de los encuadres que hizo durante sus viajes a pueblos y regiones alejadas, como tomas de campesinos, escenas de género, etcétera, Lola se sintió motivada por determinado tipo de edificaciones. En la toma de una barraca abandonada, que de primer embite puede percibirse no como tal, sino como los restos de una maquinaria ovidada, aparecen, quizá invitados a posar, algunos habitantes de esa región que allí comparecen como si la habitaran. Lola solía montar escenas, cosa que no ocurre en la foto del interior de la iglesia de La medalla milagrosa, en esta ciudad, donde hace lucir los cortes en ángulo de lo que resulta ser, según Candela, la reminiscencia contemporánea de una construcción gótica. Le interesaban los vanguardismos y no sólo la arquitectura.
Se incluyen algunas fotosgrafías de don Manuel. Aquélla en la que aparece Lola, tras un trasfondo negro que sostiene con sus manos, es un ejemplar de Caja de visiones, 1938.
Desconocía su fotografía en la que, como sucede en Parábola óptica(1931) capta el anuncio de Emulsión de Scott, aceite de hígado de bacalao como motivo principal, pero invirtiendo o espejeando los caracteres. ¿Antecede a la que es una de sus más famosas fotografías, la mencionada óptica Spirito, de la que existe asimismo una versión impresa sin la inversión de los letreros? Estas son, entre otras, las cuestiones curiosas que depara la muestra que comento, misma que incluye fotomontajes de Lola, así como una breve selección de tomas de sus discípulos, efectuadas en la escuela para ciegos, situación que queda plasmada mayormente mediante poses corporales que a través de fisonomías.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Falsificaciones y certificados

Falsificaciones y certificados

Teresa del Conde




E
l mercado de falsos al parecer no es acción penalizada en país alguno y por supuesto México no es la excepción. La diferencia principal estriba en que, contrariamente a lo que acontece en otras latitudes los fakes de determinados artistas se detectan con bastante facilidad. No me refiero predominantemente al Dr. Atl (también muy falsificado, tanto que es de difícil pesquisa) sino, sobre todo, a Frida Kahlo, Diego Rivera y en escala descendente a Remedios Varo, a pesar de que esta pintora cuenta con el excelente catálogo razonado (tres ediciones) publicado por Era, en el que trabajó por años Walter Gruen junto con su esposa Alexandra Varsoviano, con la eventual asesoría de Alberto Blanco y en menor medida de quien escribe esta nota.
Las últimas piezas no atribuibles a los supuestos autores cuyas rúbricas o iniciales comparecen en las piezas, venían acompañados de documentos firmados por personas que hace tiempo tuvieron auge en el terreno de la crítica de arte. No me es posible revelar sus nombres, pero sí que los documentos atributorios o ceriticatorios que firmaron contravinieron el criterio de especialistas como Raquel Tibol, Helga Prignitz y Andrés Blaisten, entre otros.
¿Qué mueve a una persona calificada como crítico o connaisseur a emitir este tipo de documentos? En primer lugar, creo, la idea de que se posee la autoridad para hacerlo. Si un coleccionista o dealer solicita el documento, es que confía en el criterio de quien va a emitir el documento y, por tanto, ejerce sobre el connaisseursus poderes de persuasión. Como es sabido, eso le sucedió hasta a uno de los expertos más famosos del mundo: Bernard Berenzon, cuya autoridad respecto de la pintura italiana de los siglos XV y XVI fue incuestionable en muchos aspectos, incluyendo sus libros y sus listados que siempre estaban sujetos a revisión.
En segundo lugar, las certificaciones son en buena medida las responsables de la posible venta del producto, como ilustran los documentos de esa índole ocasionalmente emitidos por artistas de renombre que décadas atrás fueron muy próximos al maestro o maestra a quien se pretende atribuir la pieza. De este modo, es posible afirmar que el supuesto autorretrato de Frida Kahlo colección del Club de Industriales es, sí, un retrato, pero no un autorretrato.
Un caso princeps lo ofrece esta pintora a través del libro Finding Frida Kahlo, publicado por Princeton Architectural Press, New York, en edición bilingüe con ISBN 078 1 56898- 830-6. La autora, Barbara Levine, contó con la colaboración de Stephen Jaycox, pero hay que tener en cuenta que ellos, en sus textos, no se comprometen a testificar sobre la autenticidad de los productos con los que trabajaron. Sin embargo, alguien que conoce, aunque sea medianamente la obra de la pintora, cae pronto en cuenta de que los supuestos 10 autorretratos allí reproducidos (uno en una paleta de pintor) no fueron efectuados por ella, de modo que la totalidad del material, que incluye cartas, prendas de vestir, recados, etcétera, quedó puesto en duda y armó una polémica que hasta donde sé aún subsiste.




En dicho libro, página 27, se reproduce en muy pequeño formato un documento de autentificación, acompañando la efigie de una de las varias variantes (no efectuadas por Frida) del cuadro en este caso particular denominado de la venadita, que por lo que se ve, se ha convertido en favorito de quienes han optado por expandir los temas iconográficos fridescos. Este certificado, quizá emitido de buena fe (todo mundo es susceptible de equivocación) fue emitido por uno de los fridosdiscípulo y amigo de la maestra Frida en 2006, de modo que habían transcurrido poco más de 50 años entre la muerte de ella y la emisión del documento que menciono, mismo que incluye fotografía del implausible cuadrito que ostenta la siguiente leyenda: para quien me consuela y mi agradecimiento. Frida Kahlo.
Sólo puedo hablar de mi experiencia personal, que es la que conozco menos mal. A lo largo de varios lustros sólo en una ocasión me ha tocado ver en manos de particulares que buscan orientación, un Frida Kahlo legítimo. Se trata del cuadro de lasAzoteas, adquirido por el INBA, del que existen dos versiones, una original, la del INBA, y otra que es una copia. Un supuesto autorretrato observado recientemente, entrega su rostro suavizado y es un pastiche de varios cuadros originales, en su mayoría efectuados en 1940. Se denominaAutorretato con mono (el monito copiado del que acompaña a Frida en elAutorretrato de 1938, que pertenece a la colección del Museo Allbright Knox, de Buffalo). Este es el cuadro que cuenta con certificación de un perito, mismo al que aludí al principio de esta nota. ¿Que necesidad hay de tomar esos riesgos?, tarde o temprano la falsificación sale a la vista.

Diego Mural en el MOMA

Murales de Rivera en el MoMA 




Cuando se fundaba en 1929 el Museo de Arte Moderno de Nueva York - MOMA, su director Alfred Barr, situaba a la escuela mexicana de pintura como un movimiento necesario en la narración de la historia del arte universal. Es Alfred y MacKinley Helm quienes tratan directamente con Ines Amor y su Galería GAM las primeras retrospectivas de Arte Mexicano.







En 1931 y después de presentar la obra del francés Henri Matisse, Barr organizaba una exposición de Diego Rivera, con el fin de mostrar la “vanguardia americana” y con ella, la puesta en marcha de un discurso político y social inédito.













Después de ochenta años de aquella exposición, el MoMA retoma la dinámica de Barr y, siguiendo a una exhibición de Matisse, evoca la primera retrospectiva de Rivera con una importante muestra que además de presentar los murales Zapata líder campesino (1931), Guerrero indio (1931), El levantamiento (1931), Fondos congelados (1932) y La energía eléctrica (1932), incluye bocetos, un prototipo de mural portátil, dibujos, acuarelas y grabados.






Con esta exposición, el MoMA se suma a la difusión del arte latinoamericano que se reiniciará con México esplendores de 30 siglos y todas las muestras sobre arte brasileño y argentino del museo de Bellas artes de Houston.



sábado, 12 de noviembre de 2011

Tercer encuentro Internacional de Pintura Mural Creación Investigación y restauración Muros Frente a Muros Teatro Cervantes


Tercer encuentro Internacional de Pintura Mural
Creación Investigación y restauración
Muros Frente a Muros       Teatro Cervantes







Teatro Cervantes Guanajuato