viernes, 15 de noviembre de 2019

Frida

Frida
The Flower Basket
Estimate USD 3,000,000 - USD 5,000,000
Lot 22



viernes, 4 de octubre de 2019

 

Toor retratada al pie de la máquina por Tina Modotti


Frances Weinberg Toor (1881-1956) viajó a México en 1922 para estudiar español en la Escuela de Verano de la Universidad Nacional de México, en aquel tiempo ubicada en el Edificio de los Mascarones sobre la Ribera de San Cosme, cerca del centro histórico de nuestra ciudad. Después de visitar una exposición de arte folklórico patrocinada por la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo 
celebrada ese mismo año, decidió quedarse a vivir en México para estudiar las culturas indígenas en su diversidad y, en particular, su producción cultural.
En 1925, Toor fundó la revista bilingüe Mexican Folkways, como “una consecuencia de mi gran entusiasmo y gusto de andar entre los indios y de estudiar sus costumbres…“. De 1925 a 1927, la revista se publicó bimestralmente y de 1928 a 1937 trimestralmente, con una laguna en 1931.



Familia de Frances Toor, ella de pie lado derecho

 En su último año se editaron tres números especiales, dedicados a José Guadalupe Posada, Diego Rivera, y las artes populares. El director artístico de los primeros cuatro números fue el artista francés activo en México, Jean Charlot, quien ya era conocido por sus programas de pintura mural que adornan algunas paredes de la Preparatoria Nacional, originalmente el antiguo Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, fundado por los Jesuitas en el siglo XVI. Obligado a salir de la ciudad por una temporada, fue suplantado definitivamente por Diego Rivera, que diseñó de ahí en adelante la portada de la revista, y colaboró con varios artículos. Incluso diseñó el atractivo ex libris de su amiga gringa a quien le dio el apodo de “Paca” Toor. Algunos de los colaboradores más destacados de Mexican Folkways incluyeron al poeta y dramaturgo, Salvador Novo, quien pergeñó un artículo sobre las escuelas de arte al aire libre para la revista; Xavier Villaurrutia, miembro del grupo literario (sin grupo) de los Contemporáneos, que periódicamente reseñaba la obra pictórica de artistas como el desdichado Abraham Ángel; el pintor y caricaturista Miguel Covarrubias; y la fotógrafa y militante comunista Tina Modotti, nacida en Umbría, Italia, pero nacionalizada estadunidense, que publicó su importante artículo “Sobre la fotografía” en las páginas de la revista, ilustrada además con varias de sus fotografías más representativas. 




Si bien la revista duró más tiempo y publicó más números que otras parecidas —por ejemplo, Vida Mexicana (1922-1923), Nuestro México (1932), y Mexican Art and Life (1938-1939)—, Toor y su publicación siempre sufrían crisis económicas y hasta acusaciones políticas. Según lo que declara en 1926, “… si yo personalmente no desempeñase todas las labores desde mandadero hasta editor, por el solo placer de ver que la revista continúe publicándose, la publicación no existiría”.

 Al final, su persistencia fue compensada cuando el presidente Plutarco Elías Calles dijo sobre Mexican Folkways que “… además de ser muy original en su género, lleva al conocimiento de propios y extraños el espíritu real de nuestras razas aborígenes y el expresivo sentir de nuestro pueblo en general, rico en bellas tradiciones”.4 Al reflexionar sobre su labor editorial, ya en el crepúsculo de la revista, Toor concluyó que “Mexican Folkways ha jugado un papel muy importante en la formación de la nueva actitud mexicana hacia el indio al haber dado a conocer sus costumbres y arte; por la misma razón ha tenido una influencia importante en el movimiento del arte moderno”.




 En este sentido, la observación de Toor —a primera vista algo aventurada— hace eco a las palabras que articuló Octavio Paz en su discurso de recepción del Premio Nobel, titulado “La búsqueda del presente” (1990): “la búsqueda de la modernidad nos llevó a descubrir nuestra antigüedad, el rostro oculto de la nación. Inesperada lección histórica que no sé si todos han aprendido: entre tradición y modernidad hay un puente”. Por medio de su pasado México descubriría su propia modernidad.




Desde la Frances Toor Gallery, que fundó en un edificio diseñado en 1931 por Juan O’Gorman en la “Colonia Americana” (ahora mejor conocida como la Zona Rosa), Toor editó varias guías turísticas para sus paisanos, dirigidas a motoristas que ahora podían llegar a lugares tan remotos como Oaxaca al tomar la recién inaugurada Carretera Panamericana. Publicaciones como A Motorist Guide to Mexico (1938), así como un libro dedicado exclusivamente a Mexican Popular Arts (1939), eran una novedad para México. La culminación de su trabajo etnográfico se descubre en su magnum opus que lleva por título A Treasury of Mexican Folkways, editado originalmente en 1947 por Crown Publishers de Nueva York. Constituye una verdadera enciclopedia de las costumbres mexicanas, sus danzas, fiestas, y ceremonias, ilustradas a todo color por el artista guatemalteco también activo en México, Carlos Mérida.

Frances Toor, “Advertencia de la directora”, en Mexican Folkways, vol. 1, junio-julio de 1925, p. 4.
Michael K. Schuessler  Profesor-investigador de la UAM-Cuajimalpa. Autor, entre otros, de Perdidos en la traducción: cinco extranjeros ilustres en el México del siglo XX

AdolfoCantú - Cantú Y de Teresa Collection

domingo, 15 de septiembre de 2019

25 años Olmedo - Diego Frida


                                               25 años Olmedo - Diego Frida

Diego y Frida se reencuentran en El Olmedo para celebrar los 25 años del recinto

  • A partir del 7 de septiembre el público podrá disfrutar de la renovación de la museografía permanente del museo, la cual incluye el acervo de obras de Frida Kahlo
  • El 17 de septiembre de 1994 abrió sus puertas al público El Olmedo. Este espacio concebido por Dolores Olmedo Patiño, concentra las más grandes colecciones de Diego Rivera y Frida Kahlo
Diego Rivera y Frida Kahlo se reencuentran en las salas de El Olmedo para festejar los 25 años del recinto. Como parte de la renovación de la museografía de la colección permanente, el público podrá visitar, a partir del 7 de septiembre, Diego & Frida. 25 años en El Olmedo. Es la primera vez en la historia del museo que la obra de ambos artistas convive en las salas, ya que anteriormente se había exhibido por separado. 
La nueva presentación museográfica de la colección permanente, también incluye obras de Angelina Beloff y la exposición Frida –Mi vida–, de Renate Reichert, Adquirida en 1999. Además se añaden al recorrido de la sala de Arte Popular la serie de catrinas de Moroleón, Guanajuato, y los Judas de Carmen Caballero. 
Diego & Frida. 25 años en El Olmedo, integrada por 27 cuadros de Rivera y 20 de Kahlo, busca que el público redescubra la figura de cada uno. Asimismo, podrán apreciar las sutiles coincidencias plásticas, incluso cuando aún no tenían relación alguna. 
En un inicio, el visitante se encontrará con el Autorretrato con chambergo (1907), de Diego Rivera, y el Autorretrato con changuito (1945), de Frida Kahlo, para continuar con dos obras fundamentales para ambos creadores, ya que a partir de éstas se consideraron a sí mismos, y de manera formal, pintores: Retrato de Alicia Galant (1927) y El matemático (1917). 
El público descubrirá varios retratos que ambos artistas realizaron de personas cercanas como Doña Rosita Murillo, pintada por Kahlo en 1944, y Alberto J. Pani, representado por Diego Rivera en 1920. Asimismo, se acercará a varias obras que mostrarán la técnica que cada uno trabajó. 
Su paso por Estados Unidos, naturalezas muertas, la mexicanidad expresada en sus obras, así como el dolor que representó la imposibilidad de la maternidad para Frida Kahlo, son algunas de las temáticas que aguardarán a los espectadores. 
También, como parte del discurso museográfico de El Olmedo y de los intereses que cultivaron Diego y Frida, se mantendrán en diálogo varias piezas de arte prehispánico. Es común encontrar figuras precolombinas en los trabajos de ambos, por ejemplo en Mi nana y yo (1937), cuadro en el que Frida Kahlo representa una máscara prehispánica en el rostro de su niñera.
Sobre El Olmedo
Desde el 17 de septiembre de 1994, día que abrió sus puertas al público, El Olmedo ha sido reconocido como una ventana al arte y a la cultura, con una presencia activa en el ámbito cultural nacional e internacional. 
La amistad que unió a Dolores Olmedo y a Diego Rivera fue el cimiento para que ella comenzara una colección que abarcó no sólo las obras del artista guanajuatense, sino que concentrara a otros artistas como Frida Kahlo, Angelina Beloff y Pablo O’Higgins, además de una amplía selección de piezas de arte prehispánico y popular; en esta última categoría compiló el trabajo de grandes maestros artesanos como Pedro Linares y Carmen Caballero, por mencionar algunos.
Asimismo, el inmueble que eligió para primero habitarlo y luego para convertirlo en museo, es una joya patrimonial que data del siglo XVI y cuenta la historia no sólo de Xochimilco sino de la Ciudad de México. Sin mencionar que los jardines, sus pavorreales y perros xoloitzcuintles se han convertido en una atracción para los visitantes. 
El Olmedo cuenta con las colecciones más grandes del mundo de obras de Diego Rivera y de Frida Kahlo. Las cuales, por más de dos décadas, se han mostrado en México y en el extranjero. Alemania, Canadá, Chile, Corea del Sur, España, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Hungría, Inglaterra, Italia y Rusia son algunos de los países en los que han roto récords de audiencia.
Los primeros 25 años de El Olmedo son el resultado de la gran labor realizada día a día, por todos los que forman parte de este proyecto, cuya misión y compromiso es seguir construyendo el reconocimiento de la institución, promover sus acervos, y ofrecer al público experiencias únicas, en torno a la apreciación de la historia, la cultura y el arte de México y el mundo.
Numeralía:
148 obras de Diego Rivera
26 obras de Frida Kahlo
48 obras de Angelina Beloff
30 obras de Pablo O’Higgins
12 piezas de Santos Estofados
3000 piezas de arte popular

800 piezas de arte prehispánico







La colección de grabados de Pablo O’Higgins del Museo Dolores Olmedo, nos permite conocer algunos de los temas que ocuparon la mente del artista. Los desposeídos, los olvidados, los amigos, el trabajo urbano y rural, el paisaje mexicano e incluso María, su esposa, aparecen retratados en estas 30 litografías que, por azares del destino, permanecieron en el anonimato de una biblioteca por más de ocho años.
Quizá durante todo este tiempo—vale la pena decir que han transcurrido diecisiete años desde que Dolores Olmedo adquirió las litografías—, la única persona que recordaba y sabía de la existencia de esa colección en manos de “Lola” fue justo María O’Higgins, la eterna promotora de Pablo, quien, nos trajo a cuenta una anécdota: “El día que la fui a visitar, me recibió en su recámara y extendió sobre su cama las litografías. Después mandó llamar a alguien de su equipo de trabajo para que las viera; esa persona argumentó que el museo no tenía dinero para hacer la adquisición. Sonriendo, Lola pidió su chequera personal y me las compró”.

Dolores Olmedo guardó para sí esta colección, entregándola en resguardo a sus bibliotecarios, quienes la clasificaron como uno más de sus libros. Así permanecería hasta el día de su muerte, cuando una segunda donación, realizada a través sus hijos, engrosó el patrimonio del Museo.